
Sin embargo decidió salir más que caminar pareciese que flotase, ese taconeo inconfundible, marcado por la cadencia de esa redondeada cadera, que llevan la cadencia que solo posee un caribeño.
Ese vestido negro carbón acompañado de ese abrigo color vino combinado con uno labios de igual color que llevan en sí mismo el imán capaz de captar hasta los ojos mas indiferentes.
Acompañado de uno ojos almendrados algo pequeños pero brillantes, de un color ámbar, pero más allá aguardaba una mirada indescifrable, como la de los sordos que por ellos nunca sabrás lo que piensa.
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